"Tan necios como para tropezar con nuestra propia sombra" . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . -Gedoxis-

lunes, 30 de enero de 2012

Solución...

Esta entrada es la continuación de "Impulso..."
Kingdom Hearts - Dive into the Heart


Sin saber todavía como había ocurrido tenía un cadáver en medio del garaje.

Un cuerpo inerte y burlón yacía ahora ante mi, riéndose de mi desgracia al ser él mismo mi mayor problema. Las terribles carcajadas me atravesaban el corazón como ardientes agujas, hiriéndome y maltratando mi dolido pensamiento.

-¿Que hago yo ahora con esto?
La pregunta era repetida una y otra vez al aire. De pie esperaba una voz que me guiara para salir de aquel entuerto.

Pero no escuché absolutamente nada.
Nada de nada.
Solo silencio, un punzante y terrible silencio...

Fue entonces cuando el miedo vino a visitarme. Las dudas me asaltaban sin cesar.
El temor corría vertiginosamente por mis venas.

Ahora mi única preocupación era hacerle desaparecer, pero en mi estado me resultaba imposible. Estaba alterado, confuso, perdido, no sabía que hacer.

Saqué un cigarrillo de la pitillera y calé entre nervios e injurias a mi insensatez. Ahora mis huellas estaban en su cuello, si el cadáver era localizado tal cual me atraparían.

Desplacé el cuerpo hasta la sala de la caldera y cerré el garaje con llave.
Ahora era el momento de pensar. Necesitaba mi tiempo, mi humo, mi paz, mi calmado e inquebrantable juicio limpio de nieblas e insensateces.

Subí a mi habitación y escuché un poco de música con la que poder pensar con claridad. Comencé a cavilar, a idear un plan perfecto con el que librarme del problema en el que me había metido. Como un niño que se mea en la cama buscaba la manera de deshacerme de las sábanas empapadas.

Pensé en mil locuras, tales como cocinarlo y alimentar a los perros del vecindario, o enterrarlo en mi propio jardín bajo una nueva plantación de geranios que habría ido a comprar expresamente para la ocasión.
Muchas tonterías pasaron por mi mente, e incluso algunas consiguieron hacerme sonreír de lo descabelladas que resultaban.

Pero no tardé en encontrar una interesante solución...

Cogí la moto y fui a la gasolinera a llenar un bidón de no más de cinco litros.
Poco después, al llegar a casa, busqué un par de cosas que necesitaría.
Ahora se abalanzaba sobre mi la parte más complicada.

Le puse un caso, até sus muñecas con unas cuerdas y pase los extremos por dentro del bolsillo delantero de mi sudadera, de este modo quedaban mucho menos visibles y el cuerpo se mantendría erguido.
Ahora, con el cadáver a mi espalda, monté en la moto y coloque el bidón con gasolina a mis pies. Ceñí bien la cuerda, arranqué la moto y salí de casa.

El viento era realmente reconfortante. Sentir como la brisa me acariciaba hacia más llevadero el terrible abrazo de mi querido compañero, el horrible abrazo de la muerte a mis espaldas.

Pasamos por el campo de fútbol, después la avenida de los famosos postes eléctricos, y no mucho más tarde ya estábamos por las periferias del club de tenis.

Mi destino ya estaba fijado, mi rumbo ya había sido decidido. El paseo terminaría en las trincheras.

Aunque vieja seguía siendo una gran luchadora. Sin ser siquiera una moto de cross, mi pequeña Piaggio llego a la explanada que hay justo antes de llegar a las trincheras de una pieza.

Desaté al oso amoroso de mi cintura, lo apoye sobre mi hombro, tomé el bidón con la mano izquierda y comencé a caminar hacia el bosque.

Eran ya cosa de las siete de la tarde, el sol se estaba ocultando en el horizonte y yo lo hacía entre las sombras de los árboles.

El camino resultó mas llevadero de lo que pensaba y pronto llegamos al lugar que tenía en mente. Una vieja trinchera que había en lo alto de una colina y que todavía mantenía gran parte de su recorrido bajo tierra accesible. El lugar perfecto.

Dejé caer el cadáver lo más adentro posible y lo coloqué con la cabeza mirando al techo. Abrí su boca y le obligué a tomar unos cuantos tragos de gasolina a su salud.
Un cuarto del combustible del que disponía estaba ahora en el interior de su cuerpo.

Cogí el bidón y cuidadosamente terminé de rociar el resto de su cuerpo. Bien empapado y listo para chisporrotear entre las llamas.

Saque de nuevo la pitillera. Tomé un cigarro y lo coloqué tranquilamente en la comisura de mi boca, sin preocupaciones, sin prisas. Este era mi momento, este era el final que yo había decidido.

Saqué de mi bolsillo el Zippo que mi abuelo me regaló y encendí aquel cigarro como si de una antorcha olímpica se tratara. Con orgullo y satisfacción di una profunda calada y sentí como el humo se deslizaba a través de mis pulmones, envenenando mi cuerpo y a la vez sumiéndome en la calma.

Era la hora, el final estaba cerca, el telón debía bajar y traer consigo el final de tan curiosa aventura.

Tomé una última calada y cogí el cigarrillo sin poder evitar dejar escapar una retorcida sonrisa.

Lo solté. Este cayó, encendió la gasolina y su cuerpo comenzó a arder.

Aquí estaba.
El final.
El brillante y apoteósico final que las llamas que emanaba de su cuerpo producía.

Una mirada de tristeza se reflejaba en mis ojos. Todo había terminado. El éxtasis se había ido. El placer de la muerte ya estaba completamente marchitado. Ya no quedaba nada por lo que enloquecer o por lo que sonreir.

Allí estaba él, ardiendo ante mi, como Sodoma, como Gomorra, haciendo centellear mis ojos en la oscuridad de la noche que se cernía sobre nosotros.

El tiempo estaba en mi contra y el olor de su cuerpo no tardaría en delatarme, así que, viendo su cadáver chisporrotear una vez más, le dediqué unas últimas palabras.
Nobles y sinceras, crueles y despiadadas:
"Ve donde el viento te pose, donde tus actos te lleven, donde el fin te sitúe.
Que quien te amase te llore, que quien te quisiera te recuerde, que quien te conociera te extrañe.

Espero que allí a donde vayas no me guardes rencor, tarde o temprano mi hora también llegará. Quién sabe si a manos del tiempo, o quizás a manos ajenas como en tu caso, pero algún día esas manos llegarán y con ellas mi final.

No te pido que me perdones. Ni siquiera que escuches mis disculpas, puesto que nunca van a existir. Sin embargo hay algo que si que deseo, y es darte las gracias.

Mis manos nunca te olvidaran y mi alma no podrá ignorar el placer de aquel momento. Te estoy sumamente agradecido por dejarme tu vida en bandeja.

Gracias por regalarme tu muerte."


Las llamas habían perdido su ímpetu, el hedor de su carne empezaba a corromper mis sentidos, y la luz de la luna entraba furtivamente por la abertura.
Era la hora de marchar.

Salí de allí en silencio, arropado por el aciago viento que esparcía por el cielo el nefasto aroma de la muerte. La luz a mis espaldas menguaba rápidamente, como una triste hoguera de verano maltratada por el viento del mar.

Bajé la ladera y, una vez abajo, miré atrás para contemplar como el agonizante resplandor sucumbía entre las tinieblas.
[#376] "No estoy loco, disfruto de la locura"

domingo, 29 de enero de 2012

Impulso...

La Valse des Monstres - Yann Tiersen

De súbito mi respiración se entrecortó!

No se que me ocurría.
No entendía que me estaba pasando.
Un extraño escalofrío me recorría el espinazo, como una melodía que eriza todos los diminutos pelos de tu cuerpo y alcanza tu cabeza para encresparte el mismísimo pensamiento...

Al principio parecía algo fugaz, como un mero pronto que no terminas de comprender, pero poco a poco se fue tornando más nítido en mi mente.

Mi corazón latía intensamente, mi estomago se plagaba de mariposas, mi interior carcajeaba en silencio mientras en mi tez se filtraba una mueca similar a una sonrisa, una sonrisa de maldad, una sonrisa de placer, una sonrisa imbuida de fatalidad.

Allí estaba yo, sin poder contenerme, visualizando el camino a seguir...

Él estaba de espaldas a mi, admirando una serie de instrumentos que en ese momento tenia en mi garaje. Disfrutaba tocando la guitarra y probando el bajo de un amigo mio mientras yo, con la mirada perdida, buscaba una herramienta idónea para el cometido que tenia en mente.

Le dije que me tenía que ausentar un momento para ir arriba a por una cosa que me había olvidado. El no se inmutó y siguió tranquilamente tocando sin preocupación alguna, sin sospecha alguna, sin presagio alguno del futuro que se cernía sobre el.

Mientras subía rápidamente las escaleras hacia mi habitación comencé a recordar todo cuanto tenía yo en ella. Sin poder soportar el alegre bombeo de mi agitado corazón recordé la multitud de dagas y katanas, pero pronto caí en la cuenta del estropicio que eso supondría.

Que dulces imágenes poblaban mi imaginación esgrimando todo tipo de armas de filo, rebanando cada miembro como si de mantequilla se tratase, desmenuzarlo con suma delicadeza para servirlo más tarde a las finas hierbas.
Pero no era buena idea, los restos serían un serio problema, así que decidí ser sensato y no embarcarme en un arca con tantas fugas.

Miré en todas direcciones y busque con sumo recelo, nada me convencía, no podía decidirme entre tantas formas y ejecuciones que rondaban mi cabeza.

De pronto el me llamó.
Sumido en la preocupación de que quizá quisiera irse bajé atropelladamente las escaleras en su busca para ver que ocurría.

Nada más llegar abajo vi como él estaba sentado ante mi piano.
Con sus manos ya posadas en el me preguntó si podía tocarlo. Mientras yo me ponía a sus espaldas para hacer como que tenía intención de escuchar aquello que el quisiera tocar le conteste que si, que no había ningún problema.

Cuando la primera nota sonó entré en trance.

Tendría que ser limpio.
Tendría que ser silencioso.
Pero por encima de todo, tendría que ser lento.
Terriblemente lento.
Dolorosamente lento.
Tan lento que cada segundo pareciera un siglo al disfrutar de su tormento.

Un silencio sepulcral se apoderó de mis sentidos y congelo las aguas del tiempo. Todo estaba inerte, tranquilo, silencioso...

Pero ese instante no duró mucho. Cuando se dispuso a tocar la siguiente nota mis manos ya estaban en torno a su cuello, apretando cual soga a un reo suspendido en el cielo a la vista de la multitud.

La saliva brotaba de su boca y se deslizaba desde sus labios hasta mis manos.
Sus ojos se tornaban oscuros a cada segundo que pasaba, como una llama que se consume.
Sus inquietas manos iban perdiendo fuerza como un niño que suelta a su madre cuando se duerme.

Cuan dulce placer el sentirse como la mismísima parca, meciendo la barca de camino al infierno, postrando sus sueños e ilusiones ante los huesudos pies de la muerte.

Trompetas y trombones, flautas y flautines, tambores y timbales, violas y violonchelos. Todos tocaban a mi son desde lo más profundo de mi ser para complementar tan bella escena. Una orquesta perfecta para acompañar tan apoteósica expiración, tan sublime desenlace, tan soberbio final.

Intentó burlar a la muerte que le amordazaba, pero fue inútil.
Con un solo de violín cayó el telón y se hizo el silencio...

Su cuerpo inerte yacía ahora ante mi.
Las manzanas se tornaron grises y pálidas, y sus ojos se cerraron para no volver a despertar.

[#376] "No estoy loco, disfruto de la locura"

martes, 17 de enero de 2012

Inspiración...

Yann Tiersen - Le Moulin



Vagas percepciones del mundo real, nada más que meros vestigios de que en estos instantes estoy viviendo, viviendo sin el más mínimo interés por el exterior, por el mundo real, por la continua desolación que me asola a mi y a mi solemne soledad.

Todo esto se ha convertido en un desperdicio,
de tiempo, de abrazos, de esfuerzos,
de miradas, caricias y sueños.
Horas malditas, minutos hechizados, segundos enfermos.

Gris insípido, negro profundo, blanco nítido. Estos son los colores de que dispongo para pintar el mundo real, mientras en mi mente se abre el abanico del arco iris, la paleta de todos los colores del cielo, la brocha multicolor que desprende todo cuanto abarca mi imaginación.

Estoy aquí dentro, herméticamente encerrado, oculto entre las brumas de mi íntimo mundo, en mi palacio de pensamientos y elucubraciones, en mi inteligible paraíso privado intentando aislarme de las sonrisas de fogueo que son disparadas por interés.

Lentamente me impermeabilizo, consigo aprender con el paso de los años como evitar que penetren en mi país de las maravillas para que sea convertido en un desierto de pesadillas.

Es uno de mis mayores tesoros aunque nunca lo conserve conmigo, aunque venga con el viento y se valla como vino. Fugaz y repentina me atrapa y me hace suyo, me toma de la mano y me invita a volar sobre mis conocimientos, ofreciéndome de este modo una vista de pájaro de los mismos.

Aquí en estas líneas tenéis mi inspiración la cual solo aflora cuando no sirve para nada productivo, solo para producir lamentos tétricos y fúnebres, tristes y agonizantes.

No soy más que arte desconocido,
música silenciosa,
frases sin sentido.
Estoy condenado al olvido de lo que nunca fue ni será reconocido.

[#376] Producto de mi insana imaginación se disuelve la realidad entre los océanos de la ficción.

jueves, 12 de enero de 2012

Deidad...

Yann Tiersen - L' Homme aux Bras Ballants



Una epidemia de paz y tranquilidad que se propaga por mi venas, que se apodera de mi cuerpo, que se apropia de mi ser y me sumerge en la más cálida calma que jamás hubiera imaginado poder alcanzar.

Aunque me resulte extraño me he convertido en una fábrica de optimismo, una fuente inagotable de sonrisas que alimenta sus aguas de las montañas de la felicidad, una felicidad que proviene de la escarcha que se desprende de los sueños en los que ella aparece.

No alcanzo a comprenderlo, y tampoco quiero hacerlo. Ahora soy feliz, feliz como nunca antes había sido, alegre por sentirme como en mi más tierna infancia, aguardando de nuevo cada día con ilusión.

Tenéis derecho a pensar en que ha sido de mi, que ha ocurrido con ese viejo pesimista que no hacía más que soltar injurias y maldecir al destino, ese maldito cascarrabias que repudiaba a la muerte e insultaba al tiempo.

Antes todos los días eran iguales, cada uno una triste fotocopia del anterior, sin la más mínima señal de color por ningún lugar. No caminaba, vagaba por la vida con la mirada perdida y con los pies arrastrando. Empujado por la obligación de vivir buscaba que el tiempo pasara lo más ameno posible, evitando de este modo percibir que estaba viviendo.

Escribía, escribía mucho, la verdad es que demasiado. Metáforas y alegorías tristes que sintetizaban el hedor del día a día. Mis palabras se compadecían de mi mismo y me ocultaban de la realidad, me encerraban en un duro cascarón de hierro e impedían poco a poco que mis sonrisas vieran la luz del sol.

Pero entonces llegaste tu.
Tu oxidaste ese horrible hierro que me amordazaba. Tu hiciste saltar en mil pedazos esa envoltura de dolor que yo mismo había ido creando lágrima tras lágrima.

Como un ave que surca los cielos llegaste y te posaste a mi vera, con tus alas blancas me arropaste y me sumiste en el más dulce de los sueños.

Eres sin duda mi ángel, mi salvación, mi último aliento ante las puertas del olvido cuando la muerte me lleve por la Laguna Estigia.
Eres mi deseo, mi musa y mi sonrisa.
La luz del sol, el calor de un beso y las caricias de la brisa.

Siento que eres la mitad de mi todo, la guinda del pastel de mi vida.
Estas palabras han nacido en una sola noche, y todo se debe al deseo de verte y al dolor que supone no tenerte a mi lado.
[#376] "Has avivat la minúscula flama de calor que tenia al meu interior i has fet d'ella una foguera de felicitat"