"Tan necios como para tropezar con nuestra propia sombra" . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . -Gedoxis-

domingo, 29 de enero de 2012

Impulso...

La Valse des Monstres - Yann Tiersen

De súbito mi respiración se entrecortó!

No se que me ocurría.
No entendía que me estaba pasando.
Un extraño escalofrío me recorría el espinazo, como una melodía que eriza todos los diminutos pelos de tu cuerpo y alcanza tu cabeza para encresparte el mismísimo pensamiento...

Al principio parecía algo fugaz, como un mero pronto que no terminas de comprender, pero poco a poco se fue tornando más nítido en mi mente.

Mi corazón latía intensamente, mi estomago se plagaba de mariposas, mi interior carcajeaba en silencio mientras en mi tez se filtraba una mueca similar a una sonrisa, una sonrisa de maldad, una sonrisa de placer, una sonrisa imbuida de fatalidad.

Allí estaba yo, sin poder contenerme, visualizando el camino a seguir...

Él estaba de espaldas a mi, admirando una serie de instrumentos que en ese momento tenia en mi garaje. Disfrutaba tocando la guitarra y probando el bajo de un amigo mio mientras yo, con la mirada perdida, buscaba una herramienta idónea para el cometido que tenia en mente.

Le dije que me tenía que ausentar un momento para ir arriba a por una cosa que me había olvidado. El no se inmutó y siguió tranquilamente tocando sin preocupación alguna, sin sospecha alguna, sin presagio alguno del futuro que se cernía sobre el.

Mientras subía rápidamente las escaleras hacia mi habitación comencé a recordar todo cuanto tenía yo en ella. Sin poder soportar el alegre bombeo de mi agitado corazón recordé la multitud de dagas y katanas, pero pronto caí en la cuenta del estropicio que eso supondría.

Que dulces imágenes poblaban mi imaginación esgrimando todo tipo de armas de filo, rebanando cada miembro como si de mantequilla se tratase, desmenuzarlo con suma delicadeza para servirlo más tarde a las finas hierbas.
Pero no era buena idea, los restos serían un serio problema, así que decidí ser sensato y no embarcarme en un arca con tantas fugas.

Miré en todas direcciones y busque con sumo recelo, nada me convencía, no podía decidirme entre tantas formas y ejecuciones que rondaban mi cabeza.

De pronto el me llamó.
Sumido en la preocupación de que quizá quisiera irse bajé atropelladamente las escaleras en su busca para ver que ocurría.

Nada más llegar abajo vi como él estaba sentado ante mi piano.
Con sus manos ya posadas en el me preguntó si podía tocarlo. Mientras yo me ponía a sus espaldas para hacer como que tenía intención de escuchar aquello que el quisiera tocar le conteste que si, que no había ningún problema.

Cuando la primera nota sonó entré en trance.

Tendría que ser limpio.
Tendría que ser silencioso.
Pero por encima de todo, tendría que ser lento.
Terriblemente lento.
Dolorosamente lento.
Tan lento que cada segundo pareciera un siglo al disfrutar de su tormento.

Un silencio sepulcral se apoderó de mis sentidos y congelo las aguas del tiempo. Todo estaba inerte, tranquilo, silencioso...

Pero ese instante no duró mucho. Cuando se dispuso a tocar la siguiente nota mis manos ya estaban en torno a su cuello, apretando cual soga a un reo suspendido en el cielo a la vista de la multitud.

La saliva brotaba de su boca y se deslizaba desde sus labios hasta mis manos.
Sus ojos se tornaban oscuros a cada segundo que pasaba, como una llama que se consume.
Sus inquietas manos iban perdiendo fuerza como un niño que suelta a su madre cuando se duerme.

Cuan dulce placer el sentirse como la mismísima parca, meciendo la barca de camino al infierno, postrando sus sueños e ilusiones ante los huesudos pies de la muerte.

Trompetas y trombones, flautas y flautines, tambores y timbales, violas y violonchelos. Todos tocaban a mi son desde lo más profundo de mi ser para complementar tan bella escena. Una orquesta perfecta para acompañar tan apoteósica expiración, tan sublime desenlace, tan soberbio final.

Intentó burlar a la muerte que le amordazaba, pero fue inútil.
Con un solo de violín cayó el telón y se hizo el silencio...

Su cuerpo inerte yacía ahora ante mi.
Las manzanas se tornaron grises y pálidas, y sus ojos se cerraron para no volver a despertar.

[#376] "No estoy loco, disfruto de la locura"

2 comentarios:

  1. Ahahaha a las finas hierbas. Buenísimo. Excelente tema, adoro a Yann Tiersen.

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    1. Me alegro de que te haya gustado, no suelo tener muchos "comentaristas" por el blog la verdad xD
      Si por algún casual te interesara hay segunda parte, la cual no había terminado hasta ahora.

      Un saludo :)

      PD: Amo a Yann Tiersen!

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