"Tan necios como para tropezar con nuestra propia sombra" . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . -Gedoxis-

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Preludio...



Solo y apartado, del exterior y de sus banalidades, del entretenimiento y el tiempo, de las otras vidas que siguen avanzando, a diferencia de la mía que hoy se sienta a oscuras para recorrer un viejo camino olvidado.

Defendido solo por la luz de una vieja y triste lamparita de noche sujeto mi viejo libro en donde paso paginas tristemente, imbuido de melancolía, de recuerdos y juramentos, de mentiras y falsos sueños...

Respiro profundamente y deslizo mi mirada sobre el índice para así encontrar el capítulo hasta el que todavía no se si quiero retroceder.

Tengo miedo... miedo de mi mismo...de volver a traicionarme y encontrarme de nuevo ante las puertas cerradas...

Soy tan mentiroso que no vacilo al engañar al propio espejo. Me cubro los ojos con ambas manos mientras en mi cara solo queda una deslumbrante sonrisa, una luz blanca que solo ilumina la esperanza, una facción que oculta la reacción de mis ojos ante la tristeza.

Pero tarde o temprano mis manos cansadas y fatigadas de mentir al espejo tenían que terminar cediendo, como unas cortinas que son apartadas para dar paso a la función, muestran mi tez y unos ojos desconocidos para vuestra vieja realidad y cotidianos para lo mas profundo de mi ser...

El libro me sigue esperando, y el pasado es innegable por mucho que yo desfallezca. Aquí estoy yo, de frente ante la puerta de la verdad, siendo atrapado y engullido por unos lazos negros que me obligan a adentrarme en mi triste pasado.

Un eterno vació se propaga en el horizonte y a mis espaldas la luz de la entrada se pierde al alcance de mi vista, y de pronto, todo se vuelve negro...

Sin siquiera haberme parado a respirar empieza el caótico movimiento, en donde no se si caigo hacia el abismo o subo hacia la superficie de un mar infinito, donde ninguna sensación más que la presión y el caos aplastan mis tímpanos y me arrebatan los sentidos.

Lentamente voy recobrando la cordura y extiendo mis brazos ante las corrientes de la oscuridad, deteniendo así este absurdo descenso ascendente, quedando suspendido en el espacio como cualquier otro astro incandescente.

Reina el silencio... No se oye nada... No se ve nada... No se siente absolutamente nada, parece el edén de la muerte...

Pero, en un instante, sin siquiera mediar palabra, aparece ante mi un ente blanco en el cual solo se distingue una maquiavélica sonrisa, un ser desconocido pero a la vez familiar, una sombra blanca en un mundo en donde la única luz es la eterna oscuridad.

De pronto, aparece detrás mio, posando lo que seria una mano blanca sobre mi hombro.
No siento ningún tipo de tacto ni de calor, mis sentidos no son consientes de la presencia de su mano, pero la voz de mi interior me dice que me esta tocando, y de pronto esa misma voz brota de sus labios susurrándome lenta y dulcemente al oído...

"Bienvenido estúpido insensato...
Permiteme que te muestre La Verdad"

En ese mismo instante mi insignificante vida y las de otras millones de personas pasan frenéticamente ante mi ojos como una película, almacenando información en mi mente y sintiendo como es martilleada sin cesar.

Empieza de nuevo la eterna caida mientras, entre dolor y sufrimiento, distingo en la distancia las penetrantes y retorcidas carcajadas. Una risa malvada de despreciable regocijo que se mezcla en mi mente con todas las vidas que me atraviesan sin cesar, un mar de satisfacciones retorcidas y de felicidades truncadas, los miles de resultados tras una vida de esfuerzo y dedicación, el insignificante trofeo tras aferrarse a la esperanza...

Empiezo a gritar pidiendo a ruegos que esta agonia inutil termine de una vez por todas, implorando el desenlace de estas historias sin final feliz.

Pronto termino exhausto y siento como me desvanezco...

Me incorporo dolorosamente e intento abrir los ojos, hago un pequeño esfuerzo para así darme cuenta de que recobro el sentido.
Estoy sentado en mi habitación, protegido por la acogedora luz de mi vieja lamparita, con el libro ante mis manos y frente a las ultimas lineas del capitulo.

Sin siquiera pararme a meditar en lo ocurrido vuelvo a la lectura y saboreo el ultimo párrafo, la frase final que me demuestra que no hay marcha atrás, que por mucho que lo desee jamás ocurrirá, haciéndome por fin entender que nunca mas tendré que...

Pero de pronto, cortándome el hilo y el aliento, observo un leve y fugaz resplandor procedente de la ventana, y asomando entre las cortinas una pequeña mano blanca muestra una foto de mi infancia. Describe de nuevo su terrorífica sonrisa sobre su cara y antes de marchar susurra entre dientes...

"Este es el precio del pasaje..."

[#376] Aquello que sobrevive es lo que nunca estuvo vivo

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